Imágenes del patrimonio construído

Por Antonio Bravo Nieto

 

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LOS CHALÉS RACIONALISTAS DEL REAL. Un patrimonio destruido.

Hubo un tiempo en Melilla, a finales de los años treinta y primera mitad de los cuarenta, en el que la arquitectura se revistió de modernidad y de elegancia, y ello de la mano de un prestigioso arquitecto llamado Enrique Nieto. Este autor fue capaz de mezclar las formas racionalistas con una cierta modulación propia del estilo aerodinámico y revestidas con elegantes estucos esgrafiados en colores propios del art déco.

La combinación de todas estas corrientes creó en Melilla la que llamamos arquitectura esgrafiada, que se caracteriza además por un claro cambio de color en las fachadas con respecto a la época anterior.

Uno de los lugares donde se encontraba tal vez la mayor concentración de esta arquitectura fue la calle Mar Chica y zona aledaña, en la que destacaban al menos ocho edificios, de los que lamentablemente solo queda uno en pie. Por esta razón intentaremos recordar aquí estas interesantes arquitecturas que ya solo forman parte de nuestros recuerdos.

Un primer grupo lo formaba un conjunto de tres chalés que resaltaban por su original planta, con entrantes de ángulos curvados, que los dotaba de una singular disposición. Todos ellos son obra de Enrique Nieto y edificados en la calle Mar Chica, los correspondientes a los números 19, 25 y 37 (son la numeración antigua).

El chalé de Mar Chica nº 19 (esquina antigua calle Zamora, actual doña Marina 1), presentaba una característica decoración lineal con azulejo amarillo, y fue demolido entre 2005 y 2007, datando su proyecto de 1940:

Otro chalé muy similar era el construido en la calle Mar Chica nº 25 (correspondería al actual 15), esquina Aragón, aunque en este caso se utilizó como ornamentación bandas de azulejos de color verde. De la misma fecha que el anterior, 1940, fue demolido en 2021:

Y finalmente, el de Mar Chica nº 37, esquina a calle coronel Cebollinos, fue realizado en 1942 y sobrevivió bastante transformado hasta que se demolió como el resto de la serie:

También existieron dos edificios, de planta más convencional, cuadrangular, en la calle Mar Chica nº 27 (esquina León, ahora Bierzo) y Mar Chica nº 33 (esquina Bilbao, ahora Vizcaya), muy similares. Ambos presentaban una característica decoración esgrafiada en los enmarques de vanos, uno de ellos demolido con anterioridad a 2007 y el otro posteriormente:

De esgrafiados art déco más espectaculares y mejor conservados hasta su demolición (anterior a 1989) era un edificio que comenzó a construirse de planta baja con proyecto de Enrique Nieto en diciembre de 1935, para Pascual Chacino, en la calle Mar Chica esquina calle Mallorca. y que se elevaría posteriormente:

Edificio de fachada más convencional fue otro situado en la calle Mar Chica 17, esquina a Prolongación Salamanca o Capitán Andino, y en el que destacaban unos esgrafiados florales bastante originales sobre fondos estucados que se deterioraron rápidamente. Se construyó entre 1939 y 1946, siendo demolida en febrero de 2007:

 

El mismo arquitecto Enrique Nieto realizó en 1946 un edificio que destacaba por el tratamiento de fachada en imitación a ladrillo rojo y con motivos esgrafiados art déco, en calle Zamora 41-43. La fachada persistía muy deteriorada todavía a finales de los años ochenta, destacando dos puertas y rejería también de estilo art déco. Como el resto de la serie, fue demolido:

El único que sobrevive en la actualidad, es un edificio en carretera Huerta Cabo  nº 12, esquina a paseo de las Conchas nº 7, construido por Enrique Nieto para Antonio Pérez Orellana, donde los esgrafiados (hoy bastante repintados) se distribuyen por dos fachadas que presenta hasta tres miradores cuadrangulares. Destacan los motivos con palmas egipcias y otros geométricos:

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ESGRAFIADOS

Uno de los capítulos más ignorados en la arquitectura de Melilla es el de sus esgrafiados. Hoy quedan muy pocos originales, por no decir casi ninguno, porque todos han sucumbido al tiempo. El colorido y las texturas originales habitualmente nos quedan como formas repintadas, “restauradas” o simplemente olvidadas en portales poco accesibles.  Y, sin embargo, el esgrafiado y los estucos marmóreos, fueron un modelo artístico muy habitual en la Melilla Modernista y Art Déco. En otro momento expondremos las destrucciones habidas en los últimos 30 años sobre esta arquitectura, pero ahora queremos reflejar su belleza y expansión en Melilla.

Existen esgrafiados decorando las fachadas de bastantes edificios modernistas, como vemos en varias casas de Emilio Alzugaray (calle García Cabrelles 28) o de García Alix (calle López Moreno 16), pero el esgrafiado sobre estucos marmóreos se vincula más con el art déco. Así vemos en varias obras de los años treinta: decoraciones de fachada en tonos verdes en la calle Vitoria 16-18 (arquitecto Enrique Nieto), en tonos azules en la calle Fernández Cuevas 10 (arquitecto Francisco Hernanz).

Los esgrafiados se siguen utilizando en los años cuarenta, ya casi siempre en tonos rojizos, como podemos ver en varias casas del barrio del Carmen (calles Sagasta 1 y 2), todas proyectadas por el arquitecto Enrique Nieto y donde los motivos ornamentales siguen siempre pautas geométricas vinculadas con el Art Déco.

Otro espacio donde encontramos estas decoraciones esgrafiadas sobre estucos marmóreos, son los interiores, y fundamentalmente en algunos portales, donde se pueden apreciar el rico colorido del art déco, en juegos marcados por la geometría en tonos rojizos, verdes, anaranjados o azules, lo que confería a estos espacios una marcada elegancia.

 

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DOS EDIFICIOS DESAPARECIDOS

El patrimonio arquitectónico de Melilla está compuesto por sus principales edificios y trazado urbano, pero también por la imagen histórica de lo que la ciudad ha sido a lo largo del siglo XX. Por ello también forma parte de este patrimonio aquellos proyectos que nunca se llegaron a ejecutar, y los edificios que habiendo sido construidos ya no se conservan debido a su demolición. Hoy escribiremos sobre dos edificios singulares que hacían diferente la visión del puerto, y sobre todo de las murallas de Melilla la Vieja, donde estuvieron adosados en su día. El primero fue un edificio que sirvió para dependencias de la Junta de Fomento, y en el que se agrupaban los servicios de recaudación, arbitrios, comisaría portuaria, buzos, vigilancia, etc. Se levantó en 1916 en la zona de Florentina, en el ángulo que forma la muralla de la subida a Florentina con el arranque del espigón del puerto. Se trataba de un edificio notable, cuyas formas modernistas eras muy particulares ya que podemos buscar paralelos estéticos en el modernismo valenciano, siendo su autor con mucha probabilidad el propio ingeniero del puerto, Álvaro Bielza (1) (2).

El segundo edificio fue el destinado a nueva pescadería, y que se levantó con proyecto del ingeniero municipal, Tomás Moreno Lázaro, a finales de 1915. También despliega un lenguaje modernista en su fachada, esta vez más vinculado a las formas que se pueden encontrar en Melilla, destacando los escudos municipales en lugar prioritario (4) (5).

Dos edificios singulares, ambos modernistas y llevados a cabo por ingenieros, y con la particularidad de estar adosados a las murallas de la ciudad antigua. Ambos fueron demolidos con el paso de los años, evitando así un verdadero dilema si hubieran llegado a nuestros días ¿Conservamos los edificios o limpiamos las murallas de construcciones adosadas?

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EL PARQUE HERNÁNDEZ Y SUS PAVIMENTOS

La ciudad es un continuo y permanente escenario de cambios, algunos mejoran sus espacios y siempre delatan el momento histórico en el que se llevaron a cabo. Uno de los elementos que suelen pasar más desapercibidos son los pavimentos, que con sus texturas, materiales y colores determinan los lugares por donde pasamos, por donde nos movemos en la ciudad. He elegido un espacio importante de Melilla, su parque Hernández, para hacer un breve recorrido por las transformaciones de su pavimento. Originalmente era un parque de tierra, como se observa en la lámina (1), fotografía en la que ya aparecen los que fueron bancos de piedra artificial de buena calidad y que permanecieron durante decenios, incluso cuando se realizó un pavimento con lajas de piedra del Gurugú (2).

Esta transformación del simple pavimento de tierra apisonada y la de lajas de piedra, se observa perfectamente en otras dos imágenes, que reflejan la parte del parque más cercana a su entrada por la plaza de España. En concreto el parterre de forma oval donde se plantó una araucaria que con el paso de los años ha conseguido un porte realmente notable.

Por entonces, el pavimento del parque se enriqueció con murales mosaicos de piedra artificial, como el que representaba a los signos del zodiaco y que existía en esta misma zona desde inicios de los años setenta. Un nuevo momento de cambio se produce con la introducción del terrazo, cuyas losas de colores blanco, negro y rojo conseguía componer unos conjuntos muy geométricos y deudores de la estética de su tiempo, también centrado en el principio de los setenta (5 y 6) aunque sólo se desplegaban en el paseo central que une las calles general Marina con avenida de la Democracia.

Finalmente, todo el pavimento del parque fue realizado de forma homogénea por un tipo de baldosa que forma un dibujo con ondulaciones en tonos blanco, verde y rojo, y que es el que permanece en nuestros días (7).